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Eduardo Marisca | 12 Aug 2021

 
Incendios forestales devastando Grecia. Imagen de Giorgos Mutafis para Reuters.
Incendios forestales devastando Grecia. Imagen de Giorgos Mutafis para Reuters.
Para quien no haya estado prestando atención: el mundo se está acabando. Y ni siquiera me refiero a la pandemia global que nos tuvo encerrados por meses ni a la crisis económica que vivimos como consecuencia. No. Superadas todas estas tragedias, nos queda aún una crisis quizás aún mayor y más difícil de manejar: la inminente crisis climática que tiene a la naturaleza activamente tratando de vengarse de nosotros por todo lo que le hemos hecho al planeta en los últimos tres siglos.
La evidencia es abundante hace muchísimo tiempo, pero hoy la crisis se ha vuelto más tangible que nunca antes. Inundaciones en Alemania, diluvios en China, incendios en Grecia son solo algunos de los acontecimientos más recientes de clima extremo que vemos por las noticias cada vez con mayor frecuencia. Por si no queda completamente claro, estos acontecimiento no son normales. El planeta no debería comportarse así, pero cada vez nos parece menos raro. Actuamos como si tuviéramos que adaptarnos a esta nueva realidad.
Todo esto ha alcanzado su momento más dramático en los últimos días con la publicación del más reciente reporte del panel sobre cambio climático de las Naciones Unidas que básicamente nos pone ya en el punto de no retorno. El reporte señala que buena parte del daño que le hemos hecho al clima es irreparable, y que hablar solo de mitigación a estas alturas ya no es suficiente. Tenemos que prepararnos para adaptarnos a cambios que se mantendrán por mucho, mucho tiempo.
Responder a la crisis climática requiere de una serie de cambios de conductas de individuos y organizaciones a un nivel de complejidad que nunca hemos logrado como especie — y no lo estamos logrando. Los efectos se siguen agravando, y pronto alcanzarán el punto en el que serán irreversibles. El mundo se seguirá calentando progresivamente y volviéndose cada vez más inhóspito para nuestra especie.
Nos hemos acostumbrado a decir que estamos destruyendo el planeta, pero eso no es verdad. El planeta seguirá ahí, y evolucionarán nuevas especies mejor adaptadas para sobrevivir en estos nuevos climas. El planeta estará bien, muchas gracias. Los que corremos el riesgo de desaparecer somos nosotros, los homo sapiens que supuestamente fuimos tan inteligente para construirnos esta sociedad compleja en la que vivimos hoy en día. Pero estamos tan apegados a esta sociedad compleja que no queremos dejarla ir en ninguna medida, incluso si eso significa arriesgar nuestra propia extinción.
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No es como que recién nos estamos dando cuenta del problema: tenemos décadas intentando hacer algo al respecto, pero no hemos logrado mover la aguja lo suficiente como para detener el Apocalipsis inminente. Y es que es un problema muy difícil, demasiado grande, con demasiados actores, y donde todos ellos se resisten a modificar su conducta — muchas veces con muy buenas razones. Necesitamos imaginar nuevos mecanismos para cambiar conductas a escala que, idealmente, no requieran de una tragedia gigantesca que nos haga reconsiderar nuestras acciones. Necesitamos una visión suficientemente ambiciosa que nos motive a transformar nuestras economías, y mecanismos de coordinación suficientemente efectivos como para alinear todos los experimentos que es necesario desplegar.
No tenemos que empezar desde cero, pero sí tenemos que empezar a pensar diferente.

Una nueva economía es inevitable

Si todo esto es verdadero, la economía (y la sociedad) del futuro se verá significativamente diferente — porque logramos transformarla a tiempo para evitar la debacle, o porque la economía de un páramo distópico será forzosamente diferente. Pero como no tenemos un sentido claro de cómo se verá esa nueva economía, nos cuesta mucho empezar a prepararnos para ella. ¿Qué nuevos productos y servicios veremos, qué nueva infraestructura necesitaremos, qué modelos de negocios veremos aparecer? ¿Qué nuevas tecnologías desarrollaremos, qué nuevas formas de organización surgirán? Es difícil imaginarse todas estas cosas, y por lo mismo es difícil empezar a construirlas y a desearlas.
Pero que sea difícil no lo hace menos necesario.
Así que con UTEC Ventures hemos decidido hacer el intento de imaginar esta economía del futuro, una economía que desarrolle y aproveche nuestra creatividad, que fomente activamente la inclusión, y que más allá de ser sostenible apunte más bien a regenerar la naturaleza y la sociedad. Pensamos que hoy día tenemos a nuestra disposición herramientas y sistemas para la innovación y el emprendimiento que pueden ponerse al servicio de los desafíos más grandes que tenemos, pero que tenemos que hacer el esfuerzo de conectar los puntos y articular a emprendedores e innovadores con la ciencia y la investigación, y con la política pública. Tenemos que crear las condiciones para una explosión cámbrica alrededor de la innovación y el emprendimiento climático: la más grande de las crisis es también la más grande de las oportunidades si es que diseñamos los mecanismos para aprovecharla.
En los próximos meses, como entrepreneur in residence con UTEC Ventures voy a estar explorando esta oportunidad. ¿Cómo activamos una nueva generación de emprendimiento e innovación para responder a la crisis climática? ¿Qué tiene que ser verdad para que estas iniciativas sean exitosas? ¿Cómo construimos puentes entre sectores para fomentar la colaboración a escala? Y sobre todo, ¿cuál es la visión compartida que necesitamos para alinear y orientar todos estos esfuerzos hacia un horizonte común? Es un ejercicio que será parte diseño especulativo, parte investigación aplicada, y parte experimentación, en el que espero conectar con todo tipo de actores para entender mejor cuáles son los desafíos y oportunidades en torno a la acción climática, al mismo tiempo que elaboramos herramientas de diseño y contenidos que permitan activar esta explosión cámbrica — crear las herramientas que hagan más fácil y accesible iniciar un emprendimiento para la economía del futuro.
Creo que hay pocos problemas más importantes a los que prestarles atención en nuestra generación. Y no quiero hacerlo solo: estoy interesado en conectar con todas las personas que estén trabajando en este espacio y que seguramente saben mucho más del tema que yo, y que están interesadas en contribuir a conectar los puntos y crear las condiciones para esta nueva generación de innovaciones. Cuando menos será un proceso divertido y una gran oportunidad de conectar con nuevas personas e ideas; en el mejor de los casos, podemos activar toda una nueva economía.
Así que si están interesados en conversar o involucrarse de alguna manera, por favor háganmelo saber. He creado este formulario para empezar a identificar personas con las que poder conversar a través de América Latina, sean emprendedores, investigadores, activistas, o personas trabajando con políticas públicas. Me interesa conocer y conectar todo tipo de experiencias. De a pocos podemos construir una comunidad que junte los mundos de la innovación, la tecnología, y el emprendimiento, con los de la acción climática, y creo que de esa intersección pueden surgir grandes cosas.
Una nueva economía es inevitable — sea porque la escogemos y diseñamos, o porque nos sorprende y nos adaptamos. Apostar por crear las condiciones para lo primero podría convertirse en la inversión más inteligente que hagamos en los próximos años.
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